viernes, 23 de diciembre de 2011

EL NIÑO DIOS (Cuento navideño)

Por Antonio Mora Vélez

En memoria de Rosa Elena Vélez,
la amorosa y buena mujer que me dio la vida.


Durante la Navidad del año santo de 1950, y cuando apenas tenía ocho años de edad, descubrí que el Niño Dios era una hermosa historia que llevaba la buena intención de convencernos que los regalos de la Navidad no los entregaba el Papá Noel de las películas sino el niño Jesús, que amaba a todos los niños del mundo. Mis amigos mayores de la calle Larga me decían que no era así, que no creyera ese cuento, que el Niño Dios eran los padres de uno y que nos acostáramos pero que nos quedáramos despiertos, con los ojos cerrados durante toda la noche, para que los viéramos ponernos en el cuarto los juguetes bien entrada la madrugada. Y la verdad sea dicha, yo lo intenté una vez pero me quedé dormido y cuando desperté encontré que ya estaban a mi lado el trompo metálico y el clarinete de esas Navidades.

Por lo anterior sucedió que descubrí el misterio pero de otro modo y por mi mamá, que era muy católica y que no hubiera querido que lo desvelara tan temprano. Todo ocurrió así como se los cuento. En la tarde de esa Navidad mi madre me llevó al portal de la Gobernación para ver la Feria de los juguetes con la intención de comprobar cuál de los muchos que había exhibidos en el piso me gustaba. Y a mí me gustó un camioncito de bomberos, de color rojo, que tenía una manguerita enrollada y un par de escaleras metálicas a los lados, como los de verdad que yo observaba al otro lado de la bahía desde el balcón de la playa del Arsenal. Ella, al verme la luz de la ilusión en mis ojos, me dijo: Escríbele la carta al Niño Dios y le pides ese juguete, seguro que él te lo manda.

Mi madre se las ingenió para que el dueño del negocio le envolviera el camioncito en papel periódico mientras yo seguía mirando los demás juguetes en el suelo. Cuando regresé donde ella estaba ya tenía el camioncito envuelto y le pregunté qué era y para quién y ella me respondió que era un regalo que le iba a hacer a un ahijado hijo de una amiga pobre que ella quería mucho. Entonces me cogió de la mano y tomó la ruta de la calle Román hacia el camellón de Los Mártires.

Durante el recorrido no dejé de mirar el envoltorio que llevaba mi mamá debajo de su brazo izquierdo. Al pasar por el Mercado Público le pedí que me comprara un refresco de leche en uno de los kioscos de la entrada y ella accedió. Luego de tomarnos los refrescos, en el instante de pagar al quiosquero, el papel del regalo dejó salir por uno de los pliegues una manguerita exactamente igual a la del carro de bomberos que había visto en la feria de la gobernación y que me había gustado.

--Mami ¿qué es esa manguerita que sale del regalo? –le pregunté.

Mi madre me respondió que era el regalo del ahijado y que la mamá de él le había pedido que le comprara lo que a mí me gustara. Yo no le dije nada más aunque quedé con la duda de porqué el ahijado de ella no le pedía la navidad al Niño Dios, como todos los demás niños.

A la mañana siguiente amaneció en mi cama, a mis pies, el carrito de bomberos que habíamos visto en la feria, con la misma manguerita con la punta partida que le había observado en la refresquería del mercado.

Mi mamá estaba sentada a mi lado sonriente, observando mi reacción por el regalo. Yo lo cogí entre mis manos y después de manosearlo un rato y de aprender cómo se elevaba la escalera, cómo se tocaba la campanita y cómo se desenrollaba la manguera del agua, le dije:

--Mami: Los pelados grandes del barrio dicen que el Niño Dios es el papá de uno, pero como yo no tengo papá, ahora sé que mi Niño Dios eres tú. Porque fuiste tú la que me compró este carrito de bomberos.

A mi madre se le aguaron los ojos, me abrazó y me dijo: “Hijo, es verdad, no es el Niño Dios quien puso los juguetes hoy porque él apenas está recién nacido, es Papá Dios. Él hace, con su infinito amor, que nosotros los padres tengamos la plata para comprarlos”.

Montería, diciembre 10 de 2009

jueves, 1 de diciembre de 2011

EL CLON DE BORGES: UN APORTE DE CAMPO RICARDO BURGOS A LA CIENCIA FICCIÓN COLOMBIANA.

Por Antonio Mora Vélez.

Campo Ricardo Burgos, uno de los nuevos valores de la ciencia-ficción colombiana, acaba de publicar su segunda novela titulada El clon de Borges (diciembre de 2010, edición de autor). Ya antes había publicado José Antonio Ramírez y un zapato (novela, La Serpiente Emplumada, 2003) y el ensayo de teoría literaria Pintarle los bigotes a la Mona Lisa: Las Ucronías (U. Sergio Arboleda, 2009). Es autor también de un extenso ensayo sobre La narrativa de ciencia-ficción en Colombia que fue publicado en la colección Literatura y Cultura. Narrativa colombiana del siglo XX (Mincultura, 2000).
Las novelas de Burgos López que comentamos tienen en común hacer literatura con personajes que adolecen de serios trastornos mentales, situación ésta que le permite al autor urdir una trama con base en tales patologías y derivar de ellas una propuesta fantástica o de ciencia-ficción. No le resulta difícil a Burgos López hacerlo puesto que es Sicólogo de profesión y uno de los pocos estudiosos que tiene el país de los géneros literarios fantasía y ciencia-ficción.
En el caso de su primera novela, Juan Antonio Ramírez y un zapato, el personaje se enamora de un zapato y hace vida marital con él, aberración que lo convierte en un ser excéntrico y que lo conduce a enfrentar a su propia familia, a sus amigos y a la sociedad, en defensa del derecho a hacer vida social y conyugal con semejante objeto. En esta novela de Burgos López el personaje aparenta ser un empleado común y corriente, que se desenvuelve normalmente en una sociedad sin sobresaltos, sin hacerle daño a nadie, y cuya locura es estar enamorado de un objeto insólito que tiene evidentes connotaciones eróticas desde tiempos inmemoriales. No se insinúa siquiera que tal o cual moda, invento o costumbre de la sociedad moderna --y el zapato no lo es-- haya causado la locura de José Antonio. Razón por la cual, en mi opinión, y con el debido respeto y admiración por Campo Ricardo, su obra "José Antonio Ramírez y un zapato", no pertenece al género de la ciencia-ficción. Es una ingeniosa e inteligente novela sicológica que se vuelve fantasiosa por la dirección sentimental que asume el personaje en su locura y que está encaminada a justificar las relaciones maritales y sexuales no convencionales y a criticar la intolerancia frente a la diferencia, característica de la sociedad colombiana de hoy.
La novela reciente, El clon de Borges, en cambio, sí presenta un argumento típico de la ciencia-ficción: la clonación de un ser humano, ya tratado en muchas obras anteriores, entre las cuales me permito mencionar Un mundo feliz de Aldos Huxley, y Glitza del autor de estas líneas. Pero mientras la economía social es el acicate que mueve a la clonación de los seres humanos en la novela de Huxley y el amor es la razón que inspira la clonación de la joven Glitza, El clon de Borges es, igual que en la primera novela de Burgos, producto de una patología síquica de un tal Miguel Ospino que ha convertido a Borges en un dios y que ha caído, según sus propias palabras “en la Borgeslatría o adoración de Borges a la manera de una divinidad”, idolatría que lo lleva a mantener prisionero en una gran hacienda al clon de Borges para disfrutar de esas obras que Jorge Luis Borges no alcanzó a escribir pero que su clon sí lo hizo, superando las anteriores, vale decir, las escritas por el original.
Pero no es solo ciencia-ficción por el ingrediente científico de la clonación. Esta novela, igual de bien escrita y amena como la anterior de Burgos López, parte del supuesto que la obra del Borges real pudo haber sido mayor y mejor si no muere, si hubiese podido ser eterno o haber vivido algunos años más. En las palabras del autor: “¿Por qué no salvar del olvido a todos esos poemas, ensayos o cuentos que todavía no habían tenido tiempo suficiente para ser escritos?”. En la novela, el Borges clonado continúa la obra borgiana original y escribe algo que el primero jamás quiso hacer: una novela. Esto es, salva los textos que el Borges original no alcanzó a escribir. Y hace de este modo transficción, pero no con un ser ficticio, de novela, sino con uno real que tiene un lugar merecido en la historia universal de la literatura.
No obstante que la divulgación social de esta obra de continuación no sucede aún en la novela de Burgos–y ese es el gran dilema del idólatra personaje central que la disfruta con su séquito— El clon de Borges es un ejemplo de ucronía, en la medida en que “explora caminos alternativos a los que suele haber establecido la historiografía en un momento dado y acerca de un evento dado de la historia”, para usar las mismas palabras de Burgos López en su obra teórica sobre el tema; y la ucronía, como él lo reconoce y lo afirma un grande de la literatura contemporánea: Umberto Eco, es una de las variantes de la ciencia-ficción posmoderna.
Aquí conviene precisar que una obra no es de ciencia-ficción solo por el hecho de tener una ciencia actuante dentro de la argumentación y la trama. En el caso de Burgos López esa ciencia es la sicología y se corre, por lo mismo, el riesgo de considerar todo cuento o novela suya, presente y futuro, como de ciencia-ficción porque, casi con seguridad, en todos ellos van a estar impregnando el tejido literario sus conocimientos de sicología. En ese error incurre el escritor cubano Oscar Hurtado al considerar que las narraciones de Jorge Luis Borges son de ciencia-ficción porque la filosofía, que es una ciencia, está presente en todos sus cuentos. Y quienes estimen que es ciencia-ficción la novela Soplo mortal de Isacc Asimov, por la fama del autor y porque se desarrolla en el laboratorio de química de una universidad y el asesinato que en ella se sucede solo pudo ser esclarecido gracias a los conocimientos de esta ciencia que posen los investigadores.
Una obra es de ciencia-ficción si propone una realidad diferente en La Tierra –la de ayer o la de hoy- o en otro mundo y tal realidad es originada o explicada por la acción de una o varias de las ciencias, naturales o humanas, o por una ciencia inventada por el escritor para justificarla literariamente. El cambio en el panorama de la sociedad, en el planeta o en el universo o en su comprensión es sustancial para definir el género, no basta la sola aparición de tal o cual ciencia en la argumentación y/o en la acción de los personajes. De hecho hay críticos que consideran que el ingrediente científico real no es necesario para que una obra sea considerada de ciencia-ficción y para quienes la mejor ciencia-ficción se ha escrito en contravía de la lógica del método científico. Dos de ellos, Robert Scholes y Eric Rabkin, en la obra arriba citada, sostienen que los escritores de ciencia-ficción tan solo se sirven de la ciencia “con rigor o sin él, para alcanzar su objetivo fundamental, que es explorar la vida y el espíritu del hombre”.
En la novela El clon de Borges, la clonación del gran escritor latinoamericano está llamada a producir un cambio tal en la sociedad nada más por el hecho anunciado de que los escritores notables no morirían nunca, con lo que conceptos tales de la crítica literaria como la “originalidad” las “influencias” y los “antecedentes literarios” deberían ser, al menos, replanteados. Y porque un cambio de esa magnitud tendría una amplia repercusión en el ámbito jurídico ya que la sociedad tendría que definir qué personas podrían ser clonadas y convertidas de ese modo en eternas y cuáles deberían ser condenadas a permanecer en el limbo de la intrascendencia. Y surgiría una nueva disciplina crítico-literaria: el estudio comparado de las obras del escritor original y de sus diferentes clones. Por ejemplo qué aportó el Borges 2 al Borges 1 y en qué se diferencian el Borges 3 del Borges 2. Sin contar con que habría entonces bibliotecas por autores: La biblioteca García Márquez, la Biblioteca Ray Bradbury, dada la cantidad de obras que tendrían la misma firma pero de diferentes clones.
Esta obra es, sin duda, un aporte valioso de Campo Ricardo Burgos a la literatura de ciencia-ficción colombiana. Un destacado comentarista y cultor de la ciencia ficción, Dixon Acosta, ha dicho en una reciente reseña de El clon de Borges que con ella Burgos López se perfila como el legítimo sucesor de René Rebetez y Antonio Mora Vélez, a quienes ambos –Dixon y Burgos—nos consideran los reales precursores de este maravilloso género literario en nuestro país. Sobre tal afirmación de Dixon, debo decir que para mí y si René estuviera vivo también lo diría, es un honor ser sucedido por un joven tan talentoso y brillante como Campo Ricardo Burgos, aunque también he pensado que ese sucesor podría ser Orlando Mejía Rivera, otro culto y talentoso escritor colombiano de ciencia-ficción, autor del magistral cuento El asunto García y de la apasionante novela El enfermo de Abisinia.

Montería, febrero de 2011.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

…POR CONVERSAR UN RATO CON MARIELA.

Pensando en las noches del amor a flor de piel, frente a la mirada inquisidora de la desconfianza vestida de madre vigilante, pasé varias veces por las puertas de la librería del pueblo que visitaba, llevando conmigo la idea de volverla a ver. Sabía que no era la misma que caminaba las calles de la Montería de los años sesenta y a la que todos los muchachos tenían que admirar y piropear. De su belleza quedaban apenas vestigios en sus ojos y en su sonrisa. Pero tenía el aroma del recuerdo de los primeros amores y en mí persistía el complejo de culpa por no haber podido corresponder, a mis veinticuatro años, a sus aspiraciones de matrimonio.
Le pedí al conductor del vehículo de la universidad que se detuviera para preguntarle a un transeúnte por la librería y por la dueña
--¿Usted pregunta por Mariela Martínez? –me interrogó extrañado el transeúnte a quien le solicité la información.
--Sí, por ella. He buscado la librería que ella tenía aquí enfrente y no la encuentro.
Mi interlocutor me observó intrigado, pensó un instante antes de responderme y yo esperé que me dijera que Mariela había mudado la librería para otro local pero no fue así, como si Dios hubiera determinado que no fuesen esos ojos ni esa sonrisa de mi novia de la secundaria los testigos del encuentro pensado, el hombre me respondió:
--Mariela Martínez murió hace dos años, pero la librería aún existe, está aquí a la vuelta.
No les miento si les digo que sentí en ese instante que toda mi epidermis se erizaba como si hubiera visto un fantasma, que se me aceleró el pulso y que no alcancé a articular palabra alguna. Y a mi mente llegó al instante un alud de imágenes con los recuerdos del gozo que me proporcionaban las visitas de novio todas las noches en su casa: las miradas tiernas, los besos encendidos, las caricias y los bailes a los que asistíamos y en los que no me permitía apretarla porque esas eran concesiones a la lujuria que el diablo pone en nuestra ruta para enturbiarnos la castidad que debe ser –según me decía-- el preámbulo del matrimonio. Y recordé también las burlas de mi condiscípulo Geminiano quien me decía que Marielita era bien inteligente porque me había regalado la bicicleta en mi cumpleaños para que la llevara en la parrilla todos los días de la casa al trabajo y del trabajo a la casa.
Le dije entonces a mi conductor que hiciera la vuelta a la manzana para llegar al frente de la librería según la dirección que nos suministró el transeúnte. Una vez situados en el lugar preciso me bajé y entré para preguntar por uno de mis libros y la impresión siniestra de hacía apenas unos instantes se convirtió en brisa de playa que nos acaricia el rostro. Delante de mí estaba ella, reproducida en sus facciones de reina de las fiestas tradicionales del Dulce Nombre de Jesús, con sus mismos ojos grandes y negros, la misma sonrisa, sus iguales caderas generosas y su amabilidad y simpatía que le ganaban el corazón de las personas que la trataban.
--¿En qué le puedo servir? –me preguntó y me reparó de pies a cabeza, como tratando de encontrar mi figura en su memoria.
--Hace algo más de dos años traje aquí unos libros de mi autoría para su venta y me gustaría saber qué pasó con ellos. –le contesté.
--¿Usted es el autor de Glitza?-- me preguntó y no sé porqué supuse que Mariela había vuelto a la vida con la edad de nuestra juventud y que había recordado los viejos tiempos de nuestro noviazgo y la ruptura del mismo por culpa de mi ingreso a la universidad y porque sus amigas no se cansaban de decirle en las fiestas que la novia del bachiller casi nunca era la esposa del profesional.
Olvidando la realidad que me había sido comunicada hacia apenas unos minutos, le pregunté:
--¿Usted es Mariela Martínez?
--No, señor Antonio. Yo soy su hija. Mi mamá murió hace dos años, unos meses después de su última visita a la librería y lo recuerdo porque ella nos recomendó la lectura de su libro y no hizo sino hablarnos de usted, de su origen humilde, de su inteligencia, de sus estudios, de sus dotes de escritor, del libro, en especial del cuento Glitza que a ella le gustó mucho porque era la historia de una separación amorosa…
La sinceridad de esa aclaración me obligó a cubrir mi rostro de tristeza y a repasar palabra por palabra la carta de la ruptura (“Sé que un joven ingeniero te corteja y que a lo mejor te puede ofrecer el matrimonio a corto plazo que yo no puedo darte”) y a mi mente volvió el final imaginado para el cuento que a ella le había gustado, pero estaba en la realidad de La Tierra y no en la historia de ficción interestelar y de amor de Glitza y le dije sonriente, ya recuperado de la emoción:
--Mariela joven, qué lástima que yo sea muchos años mayor que tú y que esté felizmente casado. De otro modo, como en el cuento Glitza, te propondría que el próximo viaje lo hiciéramos juntos.
La joven rió igual que lo hacía su madre, me miró con el cariño que se le profesa a alguien muy cercano a la familia y me dijo:
--Mi nombre es Rosa Elena, así como ella me dijo que se llamaba la mamá de usted a quien ella le tomó mucho cariño, y también estoy felizmente casada.
Pensé entonces que la literatura y la vida son como dos trenes que viajan por carriles diferentes que se encuentran en la estación del sentimiento, miré sobre el mostrador los tres libros envejecidos que aún quedaban y le dije a Rosa Elena que su mamá era para mí uno de esos recuerdos hermosos de juventud que estarán siempre en mi memoria, que fue una gran mujer, que me había impresionado profundamente la noticia de su muerte justamente porque la recibí cuando esperaba volver a saludarla Y que yo residía en Sincelejo en donde trabajaba en una universidad privada que me había enviado al pueblo en una diligencia y que había querido aprovechar esa visita para charlar con ella.
Finalmente le extendí mi mano para la despedida.
--¿No se lleva los libros? –me preguntó cuando ya me retiraba.
--No –le dije--. Regálalos a quienes les interesen el amor y la ciencia-ficción. La verdad es que yo no vine tanto por ellos como por conversar un rato con Mariela.


Antonio Mora Vélez.

Montería, noviembre de 2011.

sábado, 12 de noviembre de 2011

¿QUÉ ES UN CUENTO'

Por Antonio Mora Vélez para Natalia Molina.

Un cuento es el encuentro de la memoria con la belleza. La memoria que guarda los recuerdos que son su materia y la belleza de las palabras que lo convierten en literatura.
Un cuento es la mirada del asombro hacia las cosas y personas de la vida. El cuentista es aquél que se asombra de todas las situaciones y paisajes que los demás miran sin estremecerse.
Un cuento es la realidad vestida con el traje de la fantasía. El cuentista, a diferencia del fotógrafo, fabrica las realidades de su texto poniéndole imaginación a sus percepciones y organizándolas de otra manera en su conciencia.
Un cuento es la emoción detenida en el tiempo. Independientemente del tema que trate, logra despertar en el lector la emoción que tuvo su autor al escribirlo, después de muchos años de haberlo hecho.
Un cuento es la otra verdad, la verdadera, de las situaciones del mundo. El buen cuentista debe convencer al lector que las cosas ocurrieron de ese modo que él las cuenta y que no pudo haber sido mejor de otra manera.
Un cuento es el baile de grado de las palabras. Cuando un cuento entusiasma y convence es porque las palabras bailan alegres unas con otras como si toda la vida se hubieran conocido.
Un cuento es un mensaje de esperanza. Su trama aunque breve debe convencernos que otro mundo es posible y que el amor no es una falsa ilusión del ser humano.
Un cuento es una puerta de entrada al alma humana, en la medida en que desnuda realidades ocultas y saca a flote los sentimientos y pasiones escondidos del hombre.
Un cuento es como un hijo al que hay que amar, cuidar y mejorar todos los días y tratar de entenderlo en cada lectura del mismo modo que lo hacemos con los hijos cada vez que les hablamos.
Un cuento es una ventana por donde fluye hacia el mundo la energía espiritual que el cuentista intermediario recibe desde ese lugar inaccesible en el que residen los ángeles y los sueños.
Un cuento es como un canasto lleno de alegrías e ilusiones que nos alivian la pesadez de la vida.
Un cuento es un acto de creación que prueba que en el hombre habita, como decía Espinoza, una parte del Dios que nos contiene y que se hace escuchar con nuestras palabras.
Escribir cuentos es, pues, un oficio noble, humano y necesario que nos convierte en notarios y cronistas de los momentos memorables del mundo.

Montería, noviembre 11 de 2011.

sábado, 29 de octubre de 2011

LA VIDA Y EL UNIVERSO.

Por Antonio Mora Vélez

El hombre siempre se ha preguntado por su origen y por el de las grandes realidades que le acompañan. El Universo, La Tierra, La Vida… son algunos de los grandes interrogantes. Y a ellos le han dado repuestas las viejas mitologías, las religiones, la filosofía y las ciencias, cada una desde su perspectiva. Casi se puede afirmar que en gran parte el desarrollo de estas disciplinas de la inteligencia ha estado directamente relacionado con el afán de resolver los citados enigmas.
El Universo es el más estudiado y el menos comprendido de todos estos misterios. Desde las viejas mitologías griegas hasta nuestros días es mucho lo que se ha escrito sobre el tema. Y siempre en la línea de desarrollo del conocimiento señalada por los epistemólogos: del mito a la razón y de ésta a la ciencia: asignándole a la ciencia el papel de criterio rector en la búsqueda de la verdad.
La teoría del “Big Bang” en su etapa actual, divulgada por Stephen Hawking, parece ser la más acertada interpretación del origen del Universo. Según esta teoría toda la materia del universo estuvo inicialmente concentrada en un “huevo cósmico” que explotó y dio origen en su expansión a las estrellas y planetas, a la vida y al hombre. El final sobrevendrá, bien en la etapa final de la expansión en la que el Universo estará “ en un estado de desorden casi completo” y en el cual “todas las estrellas se habrán quemado y los protones y los neutrones se habrán desintegrado probablemente en partículas ligeras y radicación”; o en el “Big Crunh”, después de que todo el universo haya recorrido el camino inverso, es decir, el proceso de contracción, y se fusione nuevamente en el “huevo” original. Dos variantes de esta teoría, debidas al físico ruso Friedman, sostienen que el universo se expande tan rápidamente que la atracción gravitatoria no podrá pararlo, aunque lo frenará un poco, o que se continúa expandiendo a una velocidad tal que impedirá al colapso gravitatorio.
Stephen Hawking sostiene que el origen de la vida y del hombre sólo son posibles en la dirección de la flecha termodinámica, que es la dirección del tiempo en la que el desorden y la entropía aumentan y que se sucede en el proceso de expansión del universo en el que estamos actualmente. Afirma que en toda la etapa de contracción del universo no habrá posibilidad de que exista de nuevo la vida y el pensamiento. De suceder tal cosa – dice Hawkings- los hijos serían anteriores a los padres y un vaso estaría primero roto en el piso que completo y lleno de vino sobre la mesa (1). El tiempo, en este fantasioso evento, transcurriría hacia atrás, lo cual resulta ilógico para la razón, pero benéfico para la ciencia ficción, que ha utilizado tal recurso en varias oportunidades (2).
Pero ocurre que Empédocles, filósofo griego del siglo V a.n.e., expuso una hipótesis cosmogónica similar a la del “Big Bang” y en ella sostuvo que la vida era también posible en la fase contractiva. Sostuvo que el universo se originó en un punto de materia indiferenciada denominado “Sphairos”, en el cual los cuatro elementos (agua, tierra, fuego y aire) se encuentran fusionados. Por la acción del “odio” tales elementos empezaron a separarse, y luego a combinarse en virtud del “amor”, para dar origen a los cuerpos y al mundo. En esta fase, no obstante las uniones particulares, prima el odio, el cual logra conducir al cosmos hasta un estadio de total separación de los cuatro elementos (“Acosmia”) en donde no es posible la existencia de los cuerpos. En este estadio el proceso se invierte, gracias a la acción del “amor”, hasta retornar al “divino Sphairos”, pasando por otro momento intermedio de equilibrio y lucha de las dos fuerzas en donde nuevamente tienen lugar el mundo y la vida (3).
Sobre el particular de las grandes similitudes entre las dos teorías: la aún mítica de Empédocles y la científica del “Big Bang” me ocupé en un breve comentario anterior publicado en “El Universal” Dominical de Cartagena (octubre 14/90). En dicho comentario resalté las siguientes y asombrosas semejanzas: 1) El origen fusionado del cosmos (Sphairos”, “Big Bang”) y el retorno a una fusión final (“Sphairos” y “Bing Crunch”); 2) Los procesos de unión y separación de elementos para formar los cuerpos; 3) La vida como fase intermedia entre el origen fusionado y el fin disperso del universo; 4) La característica señalada de total dispersión de la materia en la “Acosmia” de Empédocles y el límite máximo expansivo de Friedman y Hawkings; 5) La teoría del equilibrio y lucha de las dos fuerzas que permite en Empédocles la formación de los cuerpos al combinarse los cuatro elementos (fuego, aire, tierra y agua) entre sí y en la ciencia moderna el torbellino generador de las galaxias.
Por lo anterior escribí que Empédocles bien podía tener la razón frente a Hawkings al afirmar que la vida era también posible en la etapa contractiva del universo; no obstante la tesis ya señalada de que la vida es generadora permanente de entropía, y la paradoja del tiempo en sentido inverso arriba descrita. Y la razón que tenía para tal afirmación era muy sencilla: Que resultaba insostenible que Empédocles y Hawkings coincidieran en todo menos en lo referente al origen de la vida en la fase contractiva.
Para avalar tal fe en el autor de “Las Purificaciones” agregué entonces que no se podía olvidar que fue discípulo de Pitágoras y que, según Heraclidas, murió arrebatado por un carro de fuego que era conducido por seres que hablaban con “voces sobrehumanas”; y que fue expulsado de la Liga Pitagórica por haber divulgado los conocimientos esotéricos en sus poemas. Ni tampoco que su maestro, el sabio de Samos, estudió en Egipto, país fundado por descendientes de los atlantes y cuna de la Gran Pirámide: “que debió ser un libro de piedra y testimonio de los conocimientos técnicos llegados del cielo”. En síntesis, que la explicación mítica del origen del universo propuesta por Empédocles no era tal sino ciencia pura heredada de algún tipo de conocimiento anterior, bien guardado por los sabios de la época y aprendido en las escuelas de iniciados del Oriente Asiático y el norte de África (4).
Pero ahora se me ocurren otras reflexiones en torno al tema. Desde la perspectiva de escritor de Ciencia Ficción y aficionado a la cosmología, estimo que los defensores de la hipótesis de la expansión infinita no tienen razón ni mucho menos los sostenedores de la llamada “muerte térmica” del universo. En esto coinciden Hawking y Empédocles. El universo se contraerá y en la fase de casi desorden absoluto producida por la entropía ocurrirá un equilibrio temporal de miles de millones de años que será roto por la acción de la fuerza gravitatoria de la materia en estado cuántico y del espacio en el que se sucedió la “gran explosión”, que debió ser, como lo afirman Friedman y Hawking, una “singularidad” en el tiempo real, suficiente para frenar la expansión e invertir la dirección del proceso. El equilibrio, como todo equilibrio, es temporal; el movimiento, la transformación, son eternos; así lo afirman Heráclito, la Dialéctica y la moderna Teoría del Caos. De modo que la fuerza del “amor” de Empédocles (la gravitación, según la ciencia) no dejará de actuar y tarde o temprano pondrá a andar de nuevo el reloj cósmico en sentido contrario.
El relación con la hipótesis de la vida en la etapa de contracción del universo, cabe señalar, con la ciencia ficción, que no sería igual a la nuestra porque ocurriría en un universo que en lugar de disipar, concentraría energía, aunque es perfectamente posible que en alguna regiones haga disipación y que en esta quepan otra vez la vida y la razón humana, del mismo modo que la línea expansiva generada por la explosión original del universo no se contradice con la concentración de materias en esas zonas de cosmos en donde, gracias a ello se han formado las galaxias. Así lo afirma Empédocles. Para él, en está fase que va de la “ Acosmia” al “Sphairos”, la fuerza del “amor” une nuevamente las partículas para formar los cuerpos, en abierta lucha con el “odio”, que tiende a separarlas.
En este ultimo evento (menos del agrado de la CF) y en relación con los seres inteligentes, si los hubiere, las cosas ocurrirían de un modo normal; del mismo modo que al hipotético navegante del espacio que ve transcurrir el tiempo del viaje como si estuviera en la tierra, y a su regreso constata que han pasado muchos años mas de los vividos por él en el interior de la nave. El habitante de ese Cosmos contractivo sabrá que está en él porque no verá el corrimiento del espectro hacia el rojo, como nuestros científicos, sino hacia la banda azul. En lo demás probablemente sea similar a nosotros.
Debo añadir finalmente que creo, como lo sostiene Umberto eco, que la Ciencia igual que la Ciencia Ficción apuesta en cada descubrimiento o creación, a la conjetura y que ésta es filosofía e imaginación (5). Muchas de las opiniones de Hawking en su magistral obra son eso, conjeturas científicas, y no por ello, menos importantes, de allí que comparta su criterio de la necesaria vinculación de la filosofía con la ciencia en la gran tarea de descifrar el origen y fin del universo. En este artículo he querido ser consecuente con tal posición y resaltar la importancia de Empédocles como pensador y sostener que el pensamiento de las civilizaciones antiguas tiene más de un nexo con la ciencia moderna, y que en temas como el que nos ocupa, debe ser tenido en cuenta como referente metodológico al momento de pensar las alternativas o conjeturas elaboradas para interpretar los enigmas del universo.
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miércoles, 29 de junio de 2011

UNA SUAVE CARICIA DESPUÉS DEL ESTRUENDO

La refrescante magia
de tu música
y los mil arpegios de tu sueño
llegan a mí, alegremente,
cabalgando corcheas y semifusas.

Estoy en el refugio,
temeroso aún del ruido y del llanto
y tus notas son como arrullo de mar
y aves canoras.

¡Que extraña placidez la de tu piano!
¡Cuánta tersura en cada arpegio!
¡Que maravilloso sortilegio el de tus dedos!

¿Cómo no pensar en la vida si tu música
se mete por entre las ventanas,
y nos hace sentir que aún amamos,
muy a pesar del temor de soledad y muerte
que nos invade después de cada estruendo?



Sincelejo, septiembre de 2003

sábado, 18 de junio de 2011

A MIS HIJOS

Estoy iniciando el camino de los últimos días
y pienso que todavía estoy a tiempo
de decirles estas cosas.
Decirles que, a pesar de mis errores como padre,
cargo que desempeñé sin experiencia, los amo
profundamente y que pensé siempre en dejarles
el fruto de mi trabajo honesto y un sendero,
el mejor de los senderos posible.
Que aplacé varias veces la cita con la muerte
para no perderme de las sonrisas de mis nietos.
Que he sido feliz con vuestra madre,
que ha sido como un ángel.
Que me siento realizado con mis escritos y poemas
y por haber regado, al menos, inquietudes a mi paso.
Y porque ustedes tres son lo que yo hubiera
querido ser: músico, científico o periodista.
Que también me hubiera gustado ser bailarín,
cantante, Pelotero de los Dodgers, filósofo
o locutor de Radio Nederland.
Que no he sido ambicioso, que me he conformado
con tener lo necesario para vivir modestamente.
Que durante mis primeros años anidó en mi alma
la tristeza.
Que para mí es más importante una flor
que una pistola.
Que miré sin que lo supieran, los programas de
televisión que a ustedes les gustaban
para saber qué había en sus corazones.
Que alguna vez intenté tomarme el cielo por asalto,
que fracasé y que terminé de cantor de fantasías.
Que jamás me he gastado un peso ajeno.
Que soy un enamorado de la vida y que detesto
y temo a los heraldos de la muerte.
Que lloro con las escenas que exaltan las virtudes
que definen al hombre.
Que me sacan de casillas las injusticias y las mentiras
del poder.
Que no me gustan las colas de las oficinas
así en ellas haya colas como la de Jennifer López.
Que desconfío de los candidatos con asesor de imagen.
Que prefiero un desfile de gaviotas
a una marcha triunfal de fusileros.
Que me gusta la policía... de las películas.
Que no cambio el rumor de las olas del mar por otra cosa.
Que he sido un hombre bueno en la medida de lo posible.
Que me gustan el porro, el cha-cha-chá y el bolero.
Que no asistiría a encuentros de rugby o de kik boxing.
Que le tengo pavor a las obligaciones bancarias.
Que soy un soñador empedernido, alguien que cree
en un futuro mejor a pesar de todo lo peor ya conocido.
Que me aterra la violencia de que ha sido y es capaz
la sinrazón humana.
Que me revuelven el estómago el terrorismo, el dogmatismo
y el autoritarismo
Que me avergüenza la virgen de los sicarios.
Que no creo en la resurrección de la carne
sino en la del espíritu.
Y que siento que más allá de las galaxias
que me inspiran o en una isla de estrellas
de mi alcoba, hay un ser inescrutable que me ama.

Antonio Mora Vélez (Colombia)
Sincelejo, julio de 2008.







jueves, 2 de junio de 2011

DESENGAñO

Todo el futuro pensado de alegrías

zozobra gota a gota

por la mezquindad de los heraldos

que ayer creí capaces

de manejas las esperanzas.



Las gaviotas se resisten a creer

en las imágenes de las olas



Pero pudo más el lado oscuro del hombre

su soberbia

la insensatez

la falta de grandeza.



Y el barco se hunde poco a poco

en las aguas procelosas de la duda

mientras los capitanes del naufragio

sacan a flote su pequeñez y su perfidia.

domingo, 29 de mayo de 2011

MIRÁNDOME EN EL ESPEJO

Oí decir que habían condenado al dictador vecino
y que éste sonrió y saludó con su brazo en alto
al pueblo que lo despidió con vítores.
Oí decir que sus ministros lloraron patrióticamente
y que sus gestores –de adentro y de afuera—
lo sintieron mucho pero que, en aras de la democracia,
cambiaron de opinión sobre sus yerros.
Ahora veo el espejo espejito que me adivina el futuro
y me muestra el rostro de un japonés encarcelado,
a mis ministros llorando patrióticamente,
al pueblo despidiéndome y reemplazándome por otro
y a mis gestores –de adentro y de afuera--
lavándose las manos, como Pilatos.


Montería, abril de 2009.

jueves, 26 de mayo de 2011

ANA MARÍA, ADIÓS.

Tus ojos se perdieron en el abismo de la muerte después de la alegría.
Todas las ideas que se fijaron en tu estampa se fueron tras tu huída.
Todo el activo de tus sueños se perdió en esa noche de tristeza desbordada.
Morirte era lo que menos esperaban los enamorados de tu suerte,
y al acabar con tus latidos, acabaste con los latidos de las vidas
que aguardaban el generoso calor de tu amplio nicho.

Montería, mayo 26 de 2011.

miércoles, 4 de mayo de 2011

LOS CADÁVERES DEL RÍO

Yo vi pasar muchos cadáveres por el río.
Los vi como ver pasar las tarullas
o los grandes buques río arriba
que viajaban con su música de orquestas
y sus señoras encopetadas.
Eran parte de un paisaje siniestro
que restregaba día a día, en mis pupilas de niño,
la crueldad de la vida.
Yo iba al río a bañarme o a recoger el agua
para llenar la tinaja de mi madre.
Y ella le echaba alumbre al agua
para quitarle los colores de la muerte.
Y me decía que los cadáveres del río
habían tenido vida en otra parte
y que sus deudos no habían tenido dinero
para comprar la sepultura.
Pero yo escuché muchas veces al gamonal
–en las parrandas de Abel Antonio—
decir que así tenía que ser,
que había que defender al presidente,
y que, además, el paso del hedor
por frente a la albarrada
era cosa de pocos metros y minutos.
Después crecí. Y no volví a ver ese río.
Ni muertos viajando por sus aguas.
Ahora los veo en las páginas y en las calles.
Y escucho a los voceros decir
que se trata de un error, o de un falso positivo
o de un ajuste de cuentas, o de un terrorista abatido.
El río que ahora contemplo
ya no es de agua sino de sangre.
Un río sin cauce que surca
toda la epidermis de la patria.
Y no sé qué clase de alumbre echarle
para quitarle ese color a muerte
que mi madre me ocultaba.

LOS CADÁVERES DEL RÍO



Yo vi pasar muchos cadáveres por el río.
Los vi como ver pasar las tarullas
o los grandes buques río arriba
que viajaban con su música de orquestas
y sus señoras encopetadas.
Eran parte de un paisaje siniestro
que restregaba día a día, en mis pupilas de niño,
la crueldad de la vida.
Yo iba al río a bañarme o a recoger el agua
para llenar la tinaja de mi madre.
Y ella le echaba alumbre al agua
para quitarle los colores de la muerte.
Y me decía que los cadáveres del río
habían tenido vida en otra parte
y que sus deudos no habían tenido dinero
para comprar la sepultura.
Pero yo escuché muchas veces al gamonal
–en las parrandas de Abel Antonio—
decir que así tenía que ser,
que había que defender al presidente,
y que, además, el paso del hedor
por frente a la albarrada
era cosa de pocos metros y minutos.
Después crecí. Y no volví a ver ese río.
Ni muertos viajando por sus aguas.
Ahora los veo en las páginas y en las calles.
Y escucho a los voceros decir
que se trata de un error, o de un falso positivo
o de un ajuste de cuentas, o de un terrorista abatido.
El río que ahora contemplo
ya no es de agua sino de sangre.
Un río sin cauce que surca
toda la epidermis de la patria.
Y no sé qué clase de alumbre echarle
para quitarle ese color a muerte
que mi madre me ocultaba.




domingo, 13 de febrero de 2011

EL CAMINANTE HA MUERTO

El caminante ha muerto. Detrás de sus huellas
hay un centenar de valles irrigados
con su mensaje de palabrero zenú.
Era su estirpe la del guerrero que cree más
en el fuego, en el filo y en la contundencia
del verbo iluminado.
La del cantor que decidió contagiar
el paisaje de alegría con sus cantos
y decirles a las golondrinas y a los camajones
que no todos los hombres se miden
en la vara de los sueños.
El caminante ha muerto. Y con su muerte
se recienten las cuitas de las ceibas
milenarias y de los bocachicos rebeldes
que luchan en silencio contra la tempestad
de las palmeras salvajes.
El caminante ha muerto y con él muere
el porro del hermano
y la risa antídoto de la mala ventura.
Y por él están llenos de flores negras
los montes y veredas,
el río de sus padres ancestrales corre
con la velocidad de la tristeza
y un espasmo sacude la epidermis del valle
de Melxión, como si la tierra toda con sus hijos
sintieran su partida y reclamaran su querencia.
El caminante ha muerto porque
después de recorrer tantos caminos
con sus cuentos
y de sembrar tantas semillas de verdad
con sus voces,
decidió abonar con su cuerpo y con su luz
la tierra que hoy lo llora.


Montería, febrero de 2011

domingo, 6 de febrero de 2011

PADRE NUESTRO

Padre nuestro que estás en el trono,
santificada sea tu inteligencia,
venga a nosotros tu reino
así se lleve el ganado, las rozas
y hasta el mismo cielo.

Hágase tu voluntad sin frenos,
tanto en los ubérrimos valles
que te adoran como en los ajenos.
Quítale a los plebeyos la sal y el pan
y los dinares para libar el vino
y perdónanos por no haberte
comprendido cuando en verdad
–según los escribanos palatinos—
eres el mesías sencillo, de alpargata,
que Dios y la comarca han escogido.

No nos dejes caer en la tentación
igualitaria, aparta de nosotros,
vade retro, las ideas justicieras
y las actitudes libertarias.
Regálanos –a cambio—
la palabra que arde
en la montaña regia que te abriga
y que tú, generoso salvador,
haces rodar de villa en villa.

Finalmente Gran Señor:
danos de beber la ambrosía
de tus redomas para sedarnos
frente a las imágenes
que no pueden detener
tus cancerberos.
Aprovecha los claros del bosque
para que nos llegue la luz
--tu luz-- todos los días.
Ayúdanos a perdonar los yerros
de los bufones que baten palmas
a tu gloria.
Y líbranos, amoroso rey,
de los mosqueteros siniestros,
de los cortesanos rebeldes
y de los condotieros..




Montería, febrero de 2011.

viernes, 28 de enero de 2011

AHORA

Ahora que el aire y el mar son ajenos,
que no se pueden mirar las flores
de los mangles ni grabar el vuelo
de los alcatraces.
Ahora que las palmas han modificado
el paisaje de las parcelas solitarias.
Ahora cuando las palabras
tratan de ocultar la ruta de la sangre
y la luz de los corazones
es acribillada por el fuego.
Ahora que la vida es un derecho extraño
y la muerte es la principal
actriz de esta tragedia.
Ahora que los personajes del segundo acto
nos hacen sentir espectadores
de otro drama.
Ahora que la oscuridad y la luz
son las dos caras pensantes del cuerpo
enfermo que amamos y pisamos.
Ahora, frente al olvido dirigido
que trata de ocultarnos
las argucias palaciegas del monarca
y los floretes de sus mosqueteros…
Ahora, en este refugio de libros
y de discos que me alimentan
y me sustentan la esperanza,
tengo la desagradable sensación
de no estar en mi tierra y en mi cielo,
sino en un inmenso estercolero,
asfixiándome,
calculando cada pisada,
evitando la sorpresa de las ratas.


Montería, enero de 2011

domingo, 9 de enero de 2011

¿CÓMO HACER?

¿Cómo hacer para olvidarlos
Si están allí, caminando tras la historia
Siendo ellos lo que son, con sus heraldos
Y yo lo que soy en esta noria?
¿Cómo hacer para no verlos
Si están en el mundo que yo habito
Y alzan la voz y proponen y disponen
Mientras yo –bardo inmóvil—
Contemplo las fosas del desorden
Ahogando nuestro grito?
¿Cómo hacer para negarlos
Si el sonido de la cuerda que pulsan
Está cerca a la frecuencia de mis cantos?
¿Cómo hacer para no darles la palabra
Si la palabra no es de nadie
Su residencia es el aire
Y jamás podrá ser almacenada?
¿Y cómo hacer para que el llanto
No borre los recuerdos
Que reverberan inciertos
Y con algunos desencantos
en el matraz de mis ilusiones aplazadas…?
………
Como nada o poco puedo hacer
Para que el agua corra y abra el surco
De la tierra buena y fértil de mañana
Acompaño la intrepidez de las gotas
Con mis versos.


Antonio Mora Vélez
Montería, enero de 2011.

jueves, 6 de enero de 2011

LAS LÁGRIMAS

Deja que las lágrimas
desciendan de tus ojos
porque podrás ver la ternura
que hay en otros
Deja que las lágrimas
humedezcan tus mejillas
porque sentirás como si el alma
se bañara en agua fresca y pura
Deja que las lágrimas
adornen los momentos
de la dicha
para que la dicha sea eterna
y esas lágrimas te la recuerden
siempre
Deja que las lágrimas
maticen el dolor
de los momentos tristes
para que la tristeza
no te devore desde dentro
y puedas seguir disfrutando
de la vida

Las lágrimas
alternan la amistad
de la alegría y de la tristeza
y son tan buenas
para el Hombre
como el agua de los
manantiales.


enero de 2011.