domingo, 8 de julio de 2012


“LA PARTÍCULA DE DIOS”

Por Antonio Mora Vélez
La confirmación de la existencia del llamado bosón de Higgs introduce un nuevo elemento de discusión en la milenaria confrontación entre las concepciones filosóficas espiritualistas y materialistas del mundo.  El mentado bosón –cuyo descubrimiento es sin duda uno de los grandes aportes de la ciencia al pensamiento humano- demuestra que el proceso de transformación de la energía en materia masificada es el mecanismo de formación de las partes de que se compone nuestro universo.  Los bosones –cabe explicarlo-- son los portadores de la acción que la fuerza de un campo ejerce sobre las cuerpos y partículas que interactúan dentro de su esfera de influencia.  Cada una de las llamadas cuatro fuerzas de la naturaleza tiene su bosón respectivo. El gravitón para la gravitacional, el fotón para la electromagnética, el gluón para la fuerza nuclear fuerte y los bosones W+, W- y Z para la fuerza nuclear débil.
Si nos remitimos a la teoría del Big Bang, el bosón de Higgs es la partícula portadora de la fuerza unificada del campo inicial también unificado del universo en el cual vivimos. Y gracias a su acción, durante los primeros tiempos después del estallido, se formaron los electrones y los quark y éstos se unieron para formar protones y neutrones; un millón de años después electrones, protones y neutrones se unieron para formar átomos cuyas posteriores combinaciones, millones de años más tarde, dieron lugar a las galaxias, las estrellas, los planetas, la vida y el hombre. Como corolario de ese proceso el campo unificado inicial se deshojó como un queso de capa y dio origen a los campos gravitacional, electromagnético, nuclear fuerte y nuclear débil ya señalados. Y la fuerza unificada inicial se abrió como un atado de tallos junto con las capas y dio origen a las cuatro fuerzas descritas arriba.
El descubrimiento de la Física que comentamos es de una gran importancia porque confirma la necesidad de relacionar la mecánica cuántica y la clásica en el estudio del cosmos. De cómo para entender muchos fenómenos del macrocosmos hay que recurrir a las leyes del microcosmos, esto es, de la mecánica cuántica, tal y como lo afirmó Stephen Hawkings luego de  explicar la naturaleza de los llamados agujeros negros. Y le abre camino a la tarea de desenredar los enigmas de la expansión del universo y definir si éste va hacia una expansión infinita o tarde o temprano llegará a un estado de equilibrio térmico producido por la entropía en el que habrán desaparecido hasta los protones y los neutrones y solo existirán partículas ligeras y radiación, estado de equilibrio que será roto por la acción gravitatoria en estado cuántico y  seguramente gracias a la acción de esa llamada “partícula de Dios”:  los bosones de Higgs, dispuestos a recomenzar el proceso pero en sentido inverso, no hacia la expansión sino hacia la contracción del universo.
Una partícula que es capaz de poner en funcionamiento la dialéctica del mundo merece el calificativo de “la partícula de Dios”. Ella, sin tener masa, y siendo partícula y onda al tiempo, lo que le permite ser parte y todo en el campo unificado originario, y tal vez por ser la fuerza integrada inicial, logra que de la energía que lo contiene, que es el todo, salgan las partículas dotadas de masa que estructuran como ladrillos, el universo. La materia tiene la razón de su existencia en sí misma, reiteran ahora los materialistas. El campo unificado y la gran fuerza inicial no son materia, responden los espiritualistas. El Dios que aviva el mundo reside en él, es la esencia que lo mueve, y el bosón de Higgs es su instrumento, dirán los panteístas.  ¿Y quién creó la energía primigenia y al mentado bosón?, preguntarán los teístas. Y se las dejo ahí, por ahora.