miércoles, 29 de junio de 2011

UNA SUAVE CARICIA DESPUÉS DEL ESTRUENDO

La refrescante magia
de tu música
y los mil arpegios de tu sueño
llegan a mí, alegremente,
cabalgando corcheas y semifusas.

Estoy en el refugio,
temeroso aún del ruido y del llanto
y tus notas son como arrullo de mar
y aves canoras.

¡Que extraña placidez la de tu piano!
¡Cuánta tersura en cada arpegio!
¡Que maravilloso sortilegio el de tus dedos!

¿Cómo no pensar en la vida si tu música
se mete por entre las ventanas,
y nos hace sentir que aún amamos,
muy a pesar del temor de soledad y muerte
que nos invade después de cada estruendo?



Sincelejo, septiembre de 2003

sábado, 18 de junio de 2011

A MIS HIJOS

Estoy iniciando el camino de los últimos días
y pienso que todavía estoy a tiempo
de decirles estas cosas.
Decirles que, a pesar de mis errores como padre,
cargo que desempeñé sin experiencia, los amo
profundamente y que pensé siempre en dejarles
el fruto de mi trabajo honesto y un sendero,
el mejor de los senderos posible.
Que aplacé varias veces la cita con la muerte
para no perderme de las sonrisas de mis nietos.
Que he sido feliz con vuestra madre,
que ha sido como un ángel.
Que me siento realizado con mis escritos y poemas
y por haber regado, al menos, inquietudes a mi paso.
Y porque ustedes tres son lo que yo hubiera
querido ser: músico, científico o periodista.
Que también me hubiera gustado ser bailarín,
cantante, Pelotero de los Dodgers, filósofo
o locutor de Radio Nederland.
Que no he sido ambicioso, que me he conformado
con tener lo necesario para vivir modestamente.
Que durante mis primeros años anidó en mi alma
la tristeza.
Que para mí es más importante una flor
que una pistola.
Que miré sin que lo supieran, los programas de
televisión que a ustedes les gustaban
para saber qué había en sus corazones.
Que alguna vez intenté tomarme el cielo por asalto,
que fracasé y que terminé de cantor de fantasías.
Que jamás me he gastado un peso ajeno.
Que soy un enamorado de la vida y que detesto
y temo a los heraldos de la muerte.
Que lloro con las escenas que exaltan las virtudes
que definen al hombre.
Que me sacan de casillas las injusticias y las mentiras
del poder.
Que no me gustan las colas de las oficinas
así en ellas haya colas como la de Jennifer López.
Que desconfío de los candidatos con asesor de imagen.
Que prefiero un desfile de gaviotas
a una marcha triunfal de fusileros.
Que me gusta la policía... de las películas.
Que no cambio el rumor de las olas del mar por otra cosa.
Que he sido un hombre bueno en la medida de lo posible.
Que me gustan el porro, el cha-cha-chá y el bolero.
Que no asistiría a encuentros de rugby o de kik boxing.
Que le tengo pavor a las obligaciones bancarias.
Que soy un soñador empedernido, alguien que cree
en un futuro mejor a pesar de todo lo peor ya conocido.
Que me aterra la violencia de que ha sido y es capaz
la sinrazón humana.
Que me revuelven el estómago el terrorismo, el dogmatismo
y el autoritarismo
Que me avergüenza la virgen de los sicarios.
Que no creo en la resurrección de la carne
sino en la del espíritu.
Y que siento que más allá de las galaxias
que me inspiran o en una isla de estrellas
de mi alcoba, hay un ser inescrutable que me ama.

Antonio Mora Vélez (Colombia)
Sincelejo, julio de 2008.







jueves, 2 de junio de 2011

DESENGAñO

Todo el futuro pensado de alegrías

zozobra gota a gota

por la mezquindad de los heraldos

que ayer creí capaces

de manejas las esperanzas.



Las gaviotas se resisten a creer

en las imágenes de las olas



Pero pudo más el lado oscuro del hombre

su soberbia

la insensatez

la falta de grandeza.



Y el barco se hunde poco a poco

en las aguas procelosas de la duda

mientras los capitanes del naufragio

sacan a flote su pequeñez y su perfidia.