domingo, 13 de febrero de 2011

EL CAMINANTE HA MUERTO

El caminante ha muerto. Detrás de sus huellas
hay un centenar de valles irrigados
con su mensaje de palabrero zenú.
Era su estirpe la del guerrero que cree más
en el fuego, en el filo y en la contundencia
del verbo iluminado.
La del cantor que decidió contagiar
el paisaje de alegría con sus cantos
y decirles a las golondrinas y a los camajones
que no todos los hombres se miden
en la vara de los sueños.
El caminante ha muerto. Y con su muerte
se recienten las cuitas de las ceibas
milenarias y de los bocachicos rebeldes
que luchan en silencio contra la tempestad
de las palmeras salvajes.
El caminante ha muerto y con él muere
el porro del hermano
y la risa antídoto de la mala ventura.
Y por él están llenos de flores negras
los montes y veredas,
el río de sus padres ancestrales corre
con la velocidad de la tristeza
y un espasmo sacude la epidermis del valle
de Melxión, como si la tierra toda con sus hijos
sintieran su partida y reclamaran su querencia.
El caminante ha muerto porque
después de recorrer tantos caminos
con sus cuentos
y de sembrar tantas semillas de verdad
con sus voces,
decidió abonar con su cuerpo y con su luz
la tierra que hoy lo llora.


Montería, febrero de 2011

domingo, 6 de febrero de 2011

PADRE NUESTRO

Padre nuestro que estás en el trono,
santificada sea tu inteligencia,
venga a nosotros tu reino
así se lleve el ganado, las rozas
y hasta el mismo cielo.

Hágase tu voluntad sin frenos,
tanto en los ubérrimos valles
que te adoran como en los ajenos.
Quítale a los plebeyos la sal y el pan
y los dinares para libar el vino
y perdónanos por no haberte
comprendido cuando en verdad
–según los escribanos palatinos—
eres el mesías sencillo, de alpargata,
que Dios y la comarca han escogido.

No nos dejes caer en la tentación
igualitaria, aparta de nosotros,
vade retro, las ideas justicieras
y las actitudes libertarias.
Regálanos –a cambio—
la palabra que arde
en la montaña regia que te abriga
y que tú, generoso salvador,
haces rodar de villa en villa.

Finalmente Gran Señor:
danos de beber la ambrosía
de tus redomas para sedarnos
frente a las imágenes
que no pueden detener
tus cancerberos.
Aprovecha los claros del bosque
para que nos llegue la luz
--tu luz-- todos los días.
Ayúdanos a perdonar los yerros
de los bufones que baten palmas
a tu gloria.
Y líbranos, amoroso rey,
de los mosqueteros siniestros,
de los cortesanos rebeldes
y de los condotieros..




Montería, febrero de 2011.