domingo, 6 de febrero de 2011

PADRE NUESTRO

Padre nuestro que estás en el trono,
santificada sea tu inteligencia,
venga a nosotros tu reino
así se lleve el ganado, las rozas
y hasta el mismo cielo.

Hágase tu voluntad sin frenos,
tanto en los ubérrimos valles
que te adoran como en los ajenos.
Quítale a los plebeyos la sal y el pan
y los dinares para libar el vino
y perdónanos por no haberte
comprendido cuando en verdad
–según los escribanos palatinos—
eres el mesías sencillo, de alpargata,
que Dios y la comarca han escogido.

No nos dejes caer en la tentación
igualitaria, aparta de nosotros,
vade retro, las ideas justicieras
y las actitudes libertarias.
Regálanos –a cambio—
la palabra que arde
en la montaña regia que te abriga
y que tú, generoso salvador,
haces rodar de villa en villa.

Finalmente Gran Señor:
danos de beber la ambrosía
de tus redomas para sedarnos
frente a las imágenes
que no pueden detener
tus cancerberos.
Aprovecha los claros del bosque
para que nos llegue la luz
--tu luz-- todos los días.
Ayúdanos a perdonar los yerros
de los bufones que baten palmas
a tu gloria.
Y líbranos, amoroso rey,
de los mosqueteros siniestros,
de los cortesanos rebeldes
y de los condotieros..




Montería, febrero de 2011.