domingo, 13 de febrero de 2011

EL CAMINANTE HA MUERTO

El caminante ha muerto. Detrás de sus huellas
hay un centenar de valles irrigados
con su mensaje de palabrero zenú.
Era su estirpe la del guerrero que cree más
en el fuego, en el filo y en la contundencia
del verbo iluminado.
La del cantor que decidió contagiar
el paisaje de alegría con sus cantos
y decirles a las golondrinas y a los camajones
que no todos los hombres se miden
en la vara de los sueños.
El caminante ha muerto. Y con su muerte
se recienten las cuitas de las ceibas
milenarias y de los bocachicos rebeldes
que luchan en silencio contra la tempestad
de las palmeras salvajes.
El caminante ha muerto y con él muere
el porro del hermano
y la risa antídoto de la mala ventura.
Y por él están llenos de flores negras
los montes y veredas,
el río de sus padres ancestrales corre
con la velocidad de la tristeza
y un espasmo sacude la epidermis del valle
de Melxión, como si la tierra toda con sus hijos
sintieran su partida y reclamaran su querencia.
El caminante ha muerto porque
después de recorrer tantos caminos
con sus cuentos
y de sembrar tantas semillas de verdad
con sus voces,
decidió abonar con su cuerpo y con su luz
la tierra que hoy lo llora.


Montería, febrero de 2011