PALABRAS DE
PRESENTACIÓN DEL LIBRO “YO, RAÚL”.
Yo, Raúl –es el libro
del profesor y escritor Rubén Darío Otálvaro Sepúlveda que hoy presentamos en
esta ciudad en donde vivió su niñez el poeta Raúl Gómez Jattin. Un libro que
estaba haciendo falta para conocer más a fondo la lírica de este gran poeta
nuestro que, a juicio de muchos críticos, le dio a la poesía colombiana un
nuevo aire con sus temas y por la calidad de su obra. El análisis de la poesía de Raúl Gómez Jattin
lo hace nuestro escritor Otálvaro con base en tres categorías de la crítica: el
sujeto lírico, el espacio poético y la intertextualidad. Ellas le sirven para señalar, primero, que en
“la poesía gomeziana…--cono él la denomina-- el yo poético es expresión directa
del yo biográfico”. Con lo cual Gómez Jattin –dice Otálvaro-- se distancia de
la poesía moderna, que “plasma una visión del mundo a través de la creación de
una voz poética impersonal hasta el extremo de hacerla casi inidentificable”,
de casi hacer desaparecer la voz personal del poeta. Veámoslo con este ejemplo:
“Los habitantes de mi aldea/ dicen que soy un hombre/ despreciable y peligroso/
y no andan muy equivocados// Despreciable y peligroso/ Eso han hecho de mí la
poesía y el amor//. El poeta y el hombre se confunden en estos versos y en casi
todos los demás de su obra.
El espacio poético de
Gómez Jattin es para Otálvaro, el Sinú con sus
ciénagas, poblaciones, frutas y animales. Un espacio poético que se
convierte en símbolo del dolor y del amor, de la vida y de la muerte, de la
soledad y de los sentimientos que atormentaron su vida. Pero Otálvaro agrega,
lo que le da más profundidad a su análisis, que Gómez Jattin no pudo prescindir
de esa naturaleza para expresar sus sentimientos. Una de sus obsesiones –dice—:
dibujar su propio retrato de vida, no lo pudo hacer sin “dejar de poner en él,
como paisaje de fondo, sus llanuras sinuanas, los frutos, los animales, el
calor de su tierra”. Y en especial el
río –gusano de cristal irisado—del cual se considera hechura cuando afirma ser
“hombre de río pero con el alma negada”.
En síntesis: La geografía en Gómez Jattin, o sea el espacio poético, está tan íntimamente
ligada al Yo poético, al sujeto lírico, que se puede decir que son una unidad
de opuestos, y que gracias a esa unidad del uno y del otro fue posible el
surgimiento de esta gran poesía.
Pero el diálogo de
Gómez Jattin con la geografía y con la cultura del Sinú, con los poetas,
dramaturgos, filósofos y pensadores que leyó, también se sumó al proceso de
creación de la poesía gomeziana. Con
este recurso, al cual los teóricos le denominan intertextualidad, nos muestra el profesor y escritor Otálvaro la
vasta erudición que el poeta tenía sobre muchos temas, e incluso la razón de
ser de su estilo y de su visión de la vida. Gracias a este análisis entendemos,
por ejemplo, que el verso intimista y sencillo se lo debe nuestro poeta a quien
fuera uno de sus paradigmas, el poeta español Antonio Machado. Y de cómo el
erotismo y algo de su estilo lo bebe Raúl en la fuente de la poesía de Walt
Witman. De cómo descubrió la tristeza en el rostro de su padre mientras éste le
leía la Canción de la vida profunda de Barba Jacob. Y de cómo la poesía de
Octavio Paz, lo que el poeta confiesa en tres de sus versos, lo puso en
contacto y lo hizo pensar en el aire, en la luz solar, vale decir en la
naturaleza, y le facilitó la conversión de ésta en expresión de su tristeza.
Hay un poema de Paz dedicado al pintor mejicano José Luis Cuevas que parece
escrito pensando en Raúl. Dice en su estrofa final: “desde el fondo del tiempo,
desde el fondo del niño, José Luis –podríamos decir Raúl- dibuja nuestra
herida”.
De todo lo anterior,
sumado tales elementos como las partes de un suculento banquete literario,
surge según Rubén Darío Otálvaro, la poesía de Raúl Gómez Jattin, una poesía
que maneja un estilo prosaico y oral que rompe con la tradición conservadora de
la poesía colombiana y que no hubiera
sido posible sin la maravillosa conjunción de la tristeza de Raúl frente a las
imágenes de su memoria, sin el escenario del Sinú que le propició los pocos
días de felicidad que tuvo y sin el aporte de sus muchas lecturas que le dieron
el soporte estilístico y de sabiduría para poder expresar lo que hay en su
obra. Qué tan lejos este análisis del unilateral que resalta más la vida, la
biografía del poeta con sus pasiones, defectos y tormentos. A éstos últimos, a
los que han dado más importancia al loco, al homosexual, al drogadicto, el
poeta les dice en sus versos dramáticos: “Valorad al loco (no lo miren a él, miren al hombre,
al poeta) porque él nos representa ante el mundo,/ con su sensibilidad dolorosa
como un parto”. Y eso, mirar al poeta, su entorno y sus lecturas y reconocer
de paso al hombre es lo que ha hecho Rubén Darío Otálvaro con este maravilloso
libro que hoy presentamos en homenaje a la memoria del gran poeta de Cereté.
Antonio Mora Vélez,
Cereté,
Casa de la Cultura Raúl Gómez Jattin,
mayo 25 de 2012.
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