De nada sirvió tu redondez,
Ni tu voluntad de roca.
Aparte de fuerte
tenías que ser soberbio
--como el hombre—
Y limpiar tu camino
De aerolitos fugaces.
A pesar de tu entereza
Te faltó el coraje
Que te exigieron los autores del libreto
Y preferiste quedarte
--y esa fue tu culpa—
Con Caronte y sus hermanos de viaje.
Ahora navegas solo y resentido
Al frente de una cascada excéntrica
Y rielante
De cuerpos que te admiran.
Montería, 2010
lunes, 13 de diciembre de 2010
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